Dijo el profesor Vieytes, un tanto alcoholizado:

Me tienen sin cuidado sus críticas bífidas, afiladas, humorísticas. En el futuro puedo ver un joven igual a él que piensa absolutamente lo contrario, o que encuentra algún tipo de identidad snob o entendimiento en lo mismo que hoy le brinda material de performance. Él crítico, en este caso, es sólo una cuestión de capital simbólico, y de estupidez.

Volvió a decir:

Asistimos al fin de la experiencia. O mejor sería decir que asistimos al reinado de Borges, un reino en donde ya no hay experiencia sino reescritura de la experiencia mediatizada. Así, escribimos sobre lo que leímos, vimos en la tele, escuchamos, navegamos, o imaginamos a partir de estos estímulos. La nueva generación parece ser sólo un viejo asceta –ciego- escribiendo sobre cuchilleros. Y aunque esto no sea en verdad totalmente así –ni se constituya como algo cuestionable en sí mismo-, sorprende que nos sea más fácil entender a un chicano que viola una gringa en la frontera del nuevo mundo, o a un poeta que se pierde en las fronteras, que a un joven de clase alta, frente a su ipod, o a un bailarín de bailanta tomando alcohol de curar con fanta.

El futuro parece estar de nuestro lado, junto al control del aire acondicionado. Donde las condiciones materiales de producción son sólo materia.

 

Luego, con resaca, se retrucó:

Error, la literatura “siempre” es más rescritura que experiencia. Repensar.