Reclamabas atención para tu capacidad intelectual, artística.
Sospechabas que por ahí venía la cosa… hasta que un día te cansaste.

Desde ese tiempo hasta hoy, sin embargo, sólo has reordenado las letras de la palabra maternidad en tu frente. Y es una lástima no haber estado ahí. Verdaderamente estabas capacitada para eso.  Al menos para ejecutar la parte menos numerosa del acto…

Pero el problema estaba después –o antes-, en el uso deseoso de los verbos copulativos.

En fin, ojalá hayas tenido suerte y alguien sea capaz de leerle Rimbaud a tu abdomen.
Mientras tanto yo voy a seguir recordándote como eras, añorando todo lo que me hiciste feliz, revisitando la mueca sutil de tu enseñanza última.

Quiero decir, guardando una fe sombría en las cosas simples, y personales. Única. Algo así como escribir en una pieza, solo, sin nadie a quien pedirle que alce las palmas de las manos para aplaudir.

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