Oda al Rey depuesto

Pero aunque el Cancle
nuestro Cancle
activo y bamboleante
soportando el peso en una y otra pierna
los ojos agudos y precisos
como bolitas deslizándose en la ruleta
giró el cuerpo y amagó entrarle
soberbio altivo
con la derecha recta y al ombligo
y a la vez
pero casi un poco después
lanzó la zurda torva y desprejuiciada
semejante a una tropilla salvaje
el otro
acaso tras haber percibido su gesto
el gesto neutro y frío del Cancle
o la grieta en el futuro con que jugueteaba impúdico
y que se imponía como sentencia de burócrata
el otro tras eso
o tal vez tras notar lo helado de la humedad en su espalda
apenas rozó su cintura
danzante y oscuro
siniestro y equivocado
pero sin dar tiempo a nada
casi como a la par o anticipado
casi como planteando el imposible de que su mano derecha
pudiera deslizarse
rápida y sinuosa como el discurrir de las palabras
entre el pantalón y la remera
y en el mismo acto
pero casi un poco después
y en discreta disputa con la suerte
encajarle cuatro puñaladas sordas y brutas al Cancle
cuatro puñaladas como de gallo matarazzo devenido crupier
y hasta aun sabiendo que eso era demasiado poco
demasiado bajo
pero también suficiente y definitivo para Cancle
nuestro Cancle
un tipo de códigos
un bailarín ágil solidario y elegante siempre dispuesto para la escena
un poeta
el último burócrata de la violencia
atreverse a rematarlo ya en el piso ante la mirada atónita de los amigos
y la mueca expectante y retorcida en la boca del Rey
en la ya estúpida y olvidable boca del Rey vacante.

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