sacás un libro del bolso y lo dejás sobre tu falda
yo me animo a mirarte el perfil y vuelvo los ojos a la calle.

después lo ponés sobre el tablero y decís que es para mí
que algo ahí me habla y que siempre es mejor así.

yo siento que no debería manejar pero también
que alguien tiene que hacerlo.

avanzamos lentamente por la calle que lleva hasta tu casa.
del andamio
en la construcción
un obrero
cae
sin poesía
ni intención de
plagio alguno
puesto que
jamás escuchó
la música de
Brasil.
Perdoname mi amor pero tuve que hacerlo

Lentamente habías comenzado a hablar el lenguaje de los otros
   a coser los sueños con tanza
   a oír los llamados de Moscú
y yo ya no podía encontrarte bajo toda esa pila de trapos sucios
   entre los nombres de lo real

Y ahora que lo pienso quizás hasta sea más simple el dibujo en la pared
   y vos también hayas tenido algo de razón
pero es que estoy como llamado a ver el incesante desfile de elefantes blancos
   por las calles de mi casa   
   de cualquier casa
y a cultivar sus ritos paganos y elegantes tan hermosos como el sonido
   de las patas de un gorrión sobre el metal de la ventana
   o tus ojos húmedos diluyéndose perfectos en el tiempo

Digo que desde siempre preferí jugar a lo sagrado
   y tan definitivo como una fotografía
y a cuidar lo mejor de nosotros entre toda esta densa niebla
   entre lo gris del fondo del cielo